Ya no es novedad que las mujeres estudien periodismo deportivo, que sean empresarias exitosas, que manejen la economía de sus hogares y mucho menos que se calcen los botines y salgan a la cancha...
El sábado, a las cinco de la tarde, empezaron a movilizarse las angostas calles de la Villa 31. Los balcones, de ladrillo al descubierto sin revocar, se convirtieron en populares y los troncos de los árboles que bordeaban el potrero, las plateas. Los vecinos estaban anticipando el acontecimiento del día.
En la villa no sobra espació, alberga a 40 mil personas y las casas precarias y desprolijas son la única solución para cientos de familias. Se construyen para arriba porque no hay lugar físico horizontal. No hay parques, no hay jardines, sin embargo existe una cancha de nueve, enorme, de puro polvo y tierra que les alegra la tarde a sus habitantes y les cumple el sueño a un grupo de chicas.
Ellas son las que representan al barrio, ayudadas por su entrenadora Mónica Santino, la psicóloga social Liliana Cura y la ONG Democracia Representativa. Y esa tarde se jugaban todo para ganarle al Club San Telmo.
Las locales se vistieron con las camisetas negras confeccionadas por Chichita, la popular modista del lugar. A pesar de los botines embarrados, cada una tenía un peinado diferente, complementado con vinchas, viceras y accesorios para darle el toque femenino.
A todo esto llegaron las visitantes, con camisetas azules, limpias, algunas con botines de marca, pulcras y bien peinadas. Pero un poco asustadas por los peligros de los que hablan los diarios.
Se juntaron en la mitad de la cancha, se saludaron, se ubicaron, y Mónica, que también actua como arbitro dio el pitazo inicial.
Trabado el partido durante el primer tiempo. No se sacaron diferencia. El barro que provocaron las lluvias de la semana hicieron casi imposible deslizar la pelota. Pero Villa 31 quería ganar.
Los balcones y las ventanas de las casas linderas estaban copadas de gente que gritó y alentó como en un clásico Boca-River a las muchachas locales. Mientras que las suplentes y las familias de las visitantes ubicadas en los troncos empezaron a inquietarse y tímidamente daban ánimo.
El encuentro se retomó. Todas corrían atrás de la pelota como los pollitos a mama gallina. Pero Villa 31 logró ordenarse y tras un error de la arquera de San Telmo consiguieron el único gol del partido, aquel que les dejó una sonrisa grabada a todos los espectadores. Y por supuesto a cada una de ellas, que dejaron todo en aquel potrero. A pesar de haber jugado con chicas más grandes de edad y contextura, y quizá con otro estilo de vida. Pero así no terminó todo, porque faltaban minutos para que empezara la gran choripaneada para todos...
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